La falta de exposición a las bacterias y a otros agentes infecciosos durante la infancia puede ser la responsable de desórdenes autoinmunes.
Sabemos que aspiras, lavas y desinfectas todo el tiempo. Bacterias, virus, gérmenes y la suciedad común son tus enemigos. Pero algunas preocupaciones suelen ser pretenciosas y, en algunos casos, poco saludables.
Parte del problema es que los científicos y los medios de comunicación con frecuencia no distiguen adecuadamente la diferencia entre gérmenes y bacterias.
Las bacterias son como las serpientes: algunas son buenas, la mayoría son inofensivas, y sólo algunas son peligrosas. Pero la distinción suele no ser articulada, y como resultado hay un miedo público exagerado.
Al miedo a los gérmenes se le llama verminofobia, mientras al miedo a la suciedad en general se le llama misofobia. Uno podría pensar que de todos los miedos posibles, esos son los menos dañinos. Se cree que hasta podrían ser benéficos. Pero quizás esto no sea cierto.
Por ejemplo, la exposición excesiva a jabones antibacteriales que contienen triclosán se ha asociado a alergias, como al polen, en menores de 18 años. Otra evidencia indica que el triclosán se almacena en el ambiente y, en teoría, posee el riesgo de generar resistencia entre las bacterias. Además, la Dirección de Medicinas y Alimentos (FDA por sus siglas en inglés), llegó a la conclusión en 2005 de que los jabones antimicrobianos no son más efectivos para prevenir enfermedades que los jabones regulares.
También parece que los ambientes ultra limpios pueden interferir con el desarrollo adecuado del sistema inmunológico. Esta idea controversial pero persuasiva es conocida como la hipótesis de higiene. En pocas palabras, la hipótesis plantean que la falta de exposición a las bacterias y a otros agentes infecciosos durante la infancia puede ser la responsable de desórdenes autoinmunes. Cada vez más evidencia indica que la hipótesis podría ser correcta.
La idea surge de la observación epidemiológica de que la tasa de enfermedades autoinmunes ha estado aumentando en el mundo industrializado, pero no en el mundo en vías de desarrollo. Se supone que esto se debe a la disponibilidad de productos higiénicos en países ricos, que no están disponibles en países pobres. Por lo tanto, la gente en el mundo en vías de desarrollo está expuesta a más agentes infecciosos que la gente en el mundo industrializado.
La hipótesis, que ya está bien documentada, es apoyada por un estudio reciente que muestra que los niños que crecen en granjas y están expuestos a una mayor diversidad de agentes infecciosos, son menos propensos a desarrollar asma. Además, las mujeres son más propensas a sufrir de alergias y asma en comparación con los hombres, y estudios recientes especulan que esto puede ser atribuido a que las niñas pequeñas evitan ensuciarse a la hora de jugar.
Se han estado desarrollando nuevas terapias para desórdenes autoinmunes que incorporan esta información. Los gusanos parásitos, que modulan la respuesta inmune, son usados en “terapias de lombrices intestinales”. Los ensayos clínicos han mostrado que los pacientes que sufren de intestino inflamado mejoraron después de ingerir huevos de gusanos de cerdos llamados trichuris trichiura. Además, los ratones que sufren una enfermedad similar a la esclerosis múltiple mejoraron después de haber sido infectados con gusanos platelmintos.
Ningún médico o microbiólogo recomendaría trabajar sin prácticas sanitarias e higiénicas básicas. Todos deben seguir lavándose las manos, preferentemente, con un jabón no antimicrobiano y usando desinfectantes a base de alcohol. Pero la paranoia con los microbios, que están en cada bocado y respiro que tomamos, es contraproducente.
Queda claro que nuestra obsesióncon la limpieza está siendo más perjudicial que benéfica. Aunque la limpieza puede ir de la mano con la devoción, ser demasiado limpio puede ser malo para tu salud.
Por Alex Berezow, editor de RealCelarScience y doctorado en microbiología/Mexico.cnn.com
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