Prueba de ADN convierte a dos chicos en multimillonarios
Según un estudio genético, son hijos de Manuel Roseo, un terrateniente asesinado en el Chaco. La madre de los chicos se relacionó con él durante más de veinte años. Recibirían una estancia de US$ 200 millones.
Una adolescente de 18 años y un nene de 9 son, según un estudio de ADN, los únicos herederos de la descomunal estancia de 250.000 hectáreas que dejó Manuel Roseo, el terrateniente italiano asesinado el 13 de enero en Castelli, una localidad situada en el oeste del Chaco. La propiedad tiene un valor de mercado que puede superar los 200 millones de dólares. El análisis genético, pedido por la Justicia y realizado en la Fundación Favaloro, dice que el estanciero fue el padre de los chicos.
Los dos son hermanos e hijos de Nélida Cuellar, una mujer de 40 años que vivió con Roseo una larga relación, que comenzó cuando ella tenía menos de veinte años y que terminó con la brutal muerte del dueño de la estancia La Fidelidad. Lo asesinaron a golpes y asfixiándolo con un cinturón.
Todo indica que el crimen fue parte de una trama urdida por desconocidos para quedarse con sus campos .
El vínculo entre Cuellar y Roseo fue singular, como lo fue la propia personalidad de él, que pese a su inmenso patrimonio nunca dejó de llevar una vida asombrosamente austera . Habitaba una casa pequeña y vieja, desprovista por completo de lujos; vestía casi exclusivamente ropa rústica de trabajo y se movía en un viejo jeep que tenía una antigüedad de cuatro décadas.
Era hombre de pocas palabras, largos silencios y pensamientos inescrutables.
Nunca vivió con Cuellar , aunque la visitaba a diario, sobre todo luego del nacimiento de Lucía Manuela, la hija mayor. Él eligió los nombres; el primero evocaba a su hermana, el segundo era su legado. Nélida vivía en una casa sencilla que Roseo le había comprado , y él en la suya, donde habitaba Nelly Bartolomé, mujer que había sido esposa de Luis Roseo, el hermano mayor de Manuel, fallecido en 1984.
Bartolomé también fue asesinada en la mañana del 13 de enero . Los vecinos de Castelli no saben todavía exactamente qué significaba Nelly para Roseo, si solamente su ex cuñada o si con los años se había convertido en su compañera. Cuellar dice que tampoco lo supo jamás. “Él me decía que le había prometido a su hermano que la iba a cuidar, y que por eso no podía vivir con nosotros”, le contó Nélida a Clarín .
Luego llegó el segundo hijo (sufre una discapacidad motriz), que –como Lucía– fue inscripto con el apellido de Cuellar, según ella porque a él no le habían aceptado su documento italiano en el Registro Civil de Castelli. Y dice que Roseo los visitaba siempre, pagaba las cuentas, dejaba dinero para los próximos gastos y les controlaba los cuadernos del colegio . Les daba consejos casi siempre con los mismos ejes: valorar lo que tenían y desconfiar de los desconocidos .
Tras el homicidio, Cuellar se fue con sus hijos a esconderse en una casa de Sáenz Peña, a cien kilómetros de su pueblo. Un abogado, Carlos del Corro, la asesoró e inició un juicio de filiación. En un tribunal de Sáenz Peña logró una medida cautelar que bloqueó un intento de inhumación del terrateniente y consiguió la orden de que se realicen las pruebas de ADN . En la Fundación Favaloro los estudios dictaminaron una compatibilidad genética del 99,99% entre Roseo y Lucía Cuellar y su hermano. Ahora resta una contraprueba en el Hospital Durand.
Si los nuevos análisis no dictaminan algo distinto, los dos chicos serán los herederos universales de La Fidelidad, una propiedad que valdría unas 200 millones de dólares. A la expectativa están Lucía (la hermana de Roseo, de casi 80 años, que vive en Italia) y sobrinos del terrateniente que también viven en Europa. Quedarán excluidos de la sucesión si se confirma la paternidad del terrateniente. Lucía envío un abogado uruguayo a Castelli para interiorizarse del proceso sucesorio.
Para la chica y el nene se abre una etapa que puede implicar un cambio de vida rotundo. Ni ellos ni su madre piensan en eso.
“Lo que sentimos es la pérdida terrible que tuvimos, y la falta que nos hace él para sostenernos y darnos sus consejos” , le dijo ayer Nélida a Clarín desde el hogar de Sáenz Peña en el que se esconde. Antes de terminar la charla, pide agregar, con su voz lenta y tímida, lo único que habrá dicho sin necesidad de una pregunta previa: “Lo que queremos es justicia, que atrapen a todos; no sólo a los asesinos, sino también a los que pensaron esto”. /clarin.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario